Por Marcelo Pérez Peláez. Fotógrafo de Mar del Plata
Cuando era niño mis padres me invitaban a mirar la ciudad con ojos de turista. Dejé de ser pequeño hace algún tiempo, pero Mar del Plata todavía me encuentra con la sensación de quien la ve por vez primera y se maravilla.
Con mi familia vivimos siempre cerca de la playa, en una ciudad que crecía a pasos agigantados por la llegada de turistas y el auge de la construcción que se dio en la década del ’70. Hoy aún impresiona observar a la ancha avenida Colón desde lo alto, con sus edificios a ambos lados, así como contemplar las multicolores luces de la costa que se expanden hacia el norte y el sur, en señal de que la urbe se expande todavía más.
Precisamente en 1974, año del centenario de la fundación de esta ciudad, llegué a este mundo en medio de festejos y carnavales. Desde allí tengo el inmenso privilegio de vivir en un lugar único por sus condiciones geográficas y su imponente arquitectura.
Como si no alcanzaran los 47 kilómetros de costa como atributo natural a nuestro paisaje, se le suma un rico sistema integrado por sierras, lagunas, acantilados y bosques, además de las bondades del paisaje verde y fresco que nos brinda la llanura bonaerense.
En Mar del Plata arquitectos como Alejandro Bustillo, Alula Baldassarini, Arturo Lemmi, Amancio Williams, Clorindo Testa y Cesar Pelli dejaron su rastro y dotaron a la ciudad de diversos estilos y aires de diferentes lugares del mundo.
Tal vez por ello surgió mi afición por tomar fotos y sea bastante frecuente que, quienes vivimos aquí, amemos el arte de plasmar imágenes. Es esa conjunción entre naturaleza y arquitectura la que seduce; es la Belle Epoque y el modernismo enmarcado en un paisaje increíble lo que hace de este lugar un sitio tan particular.
Mi bisabuelo supo ganarse el pan como uno de los fotógrafos que en los años ’30 retrataban a los turistas de la aristocracia en la Bristol y hasta llegó a documentar el incendio de una de las primeras ramblas de madera de La Perla. Hoy, cada vez que veo las cámaras recorriendo esas playas, pienso en que la marca Foto Peláez fue pionera en una época en la que la actividad era un arte técnicamente mucho más complejo.
Afortunadamente, en la actualidad llevamos con nosotros siempre uno (o varios) lentes merced a la evolución tecnológica. Si a eso le sumamos la existencia de medios de comunicación digitales para compartir estas imágenes, veremos que hay algo que nos motiva cotidianamente a salir a disfrutar de la ciudad y contarlo al mundo. ¡Mar del Plata lo tiene todo!
Un todo colmado de contrastes y colores que se destacan en esas lanchas amarillas entrando al puerto, el rojo y blanco del faro norte; el celeste del cielo y el blanco de las gaviotas en vuelo en la zona del Torreón del Monje; o el verde del Bosque Peralta Ramos, el Parque Camet o la laguna de los Padres. Sólo algunos ejemplos del deleite visual que tenemos por estas costas.
Desearía vivir varias vidas para poder plasmar toda la magnificencia natural que está allí afuera. Ello sin contar que las actividades vacacionales, recreativas, culturales, sociales y deportivas de la ciudad inspiran a hacer tomas de salidas, recitales, obras de teatro, gastronomía, surf o la actividad que más nos guste. Todo sucede en simultáneo y está allí para ser vivido (o retratado) por alguien que, más que un fotógrafo aficionado, prefiere denominarse turista en su propia ciudad.