Frente a la Ría de Puerto Deseado, por encima de los 30 metros sobre el nivel del mar, una extraña roca rojiza volcánica de 150 millones de años con forma de “Y” se erige imponente y cautivante. Se trata de “La Piedra Toba”; guía de navegantes durante siglos, que supo conmover a Charles Darwin y sobrevivir al tiempo con una historia de amor entre habitantes originarios. En la actualidad, es una ineludible postal para los visitantes que arriban a esta perla patagónica. La puesta de sol a sus espaldas vuelve excelsa su figura y conmueve el interés de los fotógrafos, visitantes y turistas.
Cuenta la historia que los navegantes Jacob Le Maire y Tomás Cavendish, dos de quienes allá por el Siglo XVII encontraban en el Atlántico Sur un camino para llegar al Estrecho de Magallanes, fijaron su atención en la “Piedra Toba” como referencia y la dibujaron en sus mapas, por su imponente figura y su cercanía a la desembocadura de la ría.
De amores y leyendas
Una leyenda que ha sobrevivido al tiempo a través de los relatos orales, remite a una pareja de comunidades originarias cuyo amor era cuestionado por un cacique; y que, bajo una intensa tormenta, consumó su historia con un abrazo, en el momento en que un rayo los alcanzó y petrificó, convirtiéndoles en esta mole imponente. En virtud del relato, se presume que la “Piedra Toba” es garante de buenos augurios para la perdurabilidad de las historias de amor.
Para las comunidades originarias mapuches y tehuelches, en la actualidad la “Piedra Toba” es un punto de encuentro, en el que comparten celebraciones religiosas y al que reconocen como sitio de valorización de sus historias y cosmovisiones. Es asimismo un elemento desde el cual comunican a los visitantes sus tradiciones.
En rigor de verdad, se trata de un atractivo singular e ineludible para quienes arriban por Puerto Deseado, tanto en grupos familiares, como en escapadas de amigos o en expediciones personales. Una postal que da cuenta de la singular vida en la ría, con el mar introduciéndose al continente, en un paisaje en el que la humanidad se vislumbra como un pequeño cúmulo de existencias luminosas.