La nave de guerra inglesa HMS Swift, naufragante en las gélidas aguas de la Ría Deseado, se convirtió en tumba de recuerdos por casi dos siglos, hasta la inesperada llegada de Patrick Gower, quién originó en Puerto Deseado los rumores y las preguntas que darían comienzo a la aventura submarina más importante del país.
Durante el final del auge de la piratería y el corso en Europa, los navegantes del globo completaron sus travesías embriagados de grandes historias sobre tierras lejanas y aventuras heroicas, pero cierto es que, para conseguir tal proeza, todos ellos debían visitar, en algún punto, las volátiles aguas y costas de la Patagonia Argentina. En su afán por dominar los mares sudamericanos y conquistar los puntos más transitables para el comercio marítimo, los corsarios se enredaron en una guerra entre extranjeros por las estratégicas malvinas. Lo que inició como una osada exploración se transformó en una competencia bélica en dónde Puerto Deseado pasó de rápidos trazos en los mapas, a convertirse en la última opción de supervivencia para una corbeta varada en plena tormenta.
Historia del lugar
La Corbeta HMS Swift era una “sloop of war” de la flota inglesa, construida en 1762 y asignada a la defensa costera de las Islas Malvinas, junto a su compañera, la Favourite, la cual esperaría en las costas asignadas durante los eventos que convierten a la Swift en una valiosa reliquia de las aguas argentinas. Fue tras una exhaustiva navegación, a tan solo unos pocos días del final del verano, cuando los mares embravecidos y los truenos estridentes obligaron a la Swift a buscar refugio en un puerto natural de la costa patagónica. Para un navío de su porte, con sus 14 cañones y sus 12 pedreros, pocos enemigos resultan tan brutales como la misma naturaleza, pues lo que había sido en siglos pasados un puerto seguro para otros navegantes, marcó para la Swift, su último viaje.
Al igual que muchos otros secretos submarinos, la Swift se convirtió en parte del mar que navegaba y que buscaba conquistar, recordada únicamente en los registros e historias que sus propios tripulantes dejaron tras ser rescatados por su nave hermana. La odisea vivida por estos hombres se publicó en las memorias de su segundo al mando, y poco menos de un siglo desde su naufragio, Patrick Gower, descendiente de Erasmus Gower, Teniente a bordo de la Swift, llegó a Puerto Deseado buscando respuestas.
Aunque su investigación resultó vaga e infructuosa, despertó en algunos miembros de la comunidad deseadense, un hálito de intriga y deseo por rebuscar entre escombros de historia y propagar el mito de la nave hundida. Sembrar la idea en las calles no causó efecto alguno, pero al contarla frente a las jóvenes y curiosas mentes de los estudiantes de la localidad, una pregunta convertida en mito se transformó en una posibilidad a la que Marcelo Rosas se lanzó ávido de aventuras y expectativas. Muchas audaces empresas se han rendido ante los altibajos entre búsquedas sin resultados y tropiezos por inexperiencia, pero el grupo de buceo de Puerto Deseado no dejó que ninguna marea frustrará su misión.
Recreación para el visitante
Bajo la tutela de la Prefectura Naval, el pequeño grupo de aficionados y la Fundación Albenga recrearon el escenario que daría lugar a la expedición subacuática por la nave perdida, trazando líneas imaginarias en hojas antiguas del diario obsequiado por Gower a los locales. El hallazgo se dio tras meses de investigación, en una última inmersión que dejaría un fuerte impacto en los jóvenes buzos. La curiosidad crea posibilidades y oportunidades para grandes aventuras, y ésta aventura en especial, dejaría su vestigio en el tiempo. En el imponente paisaje submarino de la Ría Deseado, inerte bajo el limo acumulado, la Swift esperaba regresar a la luz.
La noticia atraería la atención y apoyo del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoaméricano, dejando el proyecto bajo la dirección de Dolores Elkin, en el proceso de la preservación de las piezas una vez expuestas a la superficie.
Más de 400 piezas originales de la corbeta hundida se mantienen en condiciones aptas para la exposición, pero no son solo las piezas rescatadas las que dan renombre al Museo Mario Brozoski, pues éste ensambla un espectacular escaparate con una ambientación que sumerge a sus invitados en la atrapante historia contenida en sus muros.