Los catamarqueños volvieron a disfrutar a pleno de las noches festivaleras que propone la Fiesta Nacional e Internacional del Poncho. El regreso a la presencialidad tras dos años posibilitó una masiva presencia de público, en lo que fue el viernes 15 de julio la primera luna del festival.
Tras el desarrollo del acto protocolar de apertura se dio inicio a la tan ansiada puesta artística de la edición número cincuenta y uno del prestigioso festival de invierno y que contó, entre otros aspectos, con la presencia en escenario de sobresalientes voces y músicos locales.
La presencia de Nahuel Pennisi y la eximia bailarina de tango Mora Godoy se adueñaron de la atención del público, a través de su estética y sonidos, por medio de refinados espectáculos que se ganaron de los más cálidos aplausos de la gente.
El guitarrista, compositor y cantante autodidacta nacido en Buenos Aires dejo en evidencia porqué es el dueño de un proyecto musical que conmueve. Rápidamente logró hacer conexión con la gente a través de exquisito repertorio de zambas y una voz que ya se ha transformado en un clásico para el folclore nacional. Pennisi -cuya última actuación en el Poncho había sido en el 2017- interpretó canciones como Renacer y cerró su actuación con Baila La Telesita y La Maza (esa pieza musical que se transformó en un himno mundial en la voz de Mercedes Sosa), demostrando que se trata de un virtuoso músico profesional que brilla con luz propia, emocionando a su arte.
A su turno, Mora Godoy mostró la totalidad de los atributos que la tienen como una de las principales bailarinas de tango en Argentina. En la noche inaugural del Poncho junto a su compañía puso en escena un innovador espectáculo, con raíz e identidad tanguera, y muchos aires de electrónica y pop en el que conjugó destreza, pasión, un vestuario de lujo y tango de altísimo nivel.
Por su parte, la reconocida coplera Patricia Assef dejó impregnado el aire con el aroma de mujer, a través de una puesta escénica en la que puso en evidencia su constante difusión y rescate de la música autóctona de esta tierra. Con caja en mano, Leticia Aranda siguió casi los mismos pasos y trajo aquellos sonidos característicos de su Colpes natal. A través de una puesta en escena que la denominó Verde Marrón, efectuó un tránsito musical por aquella bella poesía que muestra a sus pagos.
Más tarde, fue el turno del joven y ascendente músico Aldo Luna, que dejó su impronta y aquellos sonidos de un repertorio estructurado en función de composiciones propias que tuvieron su origen en época de pandemia. En esta oportunidad, presentó su obra “Viejo Carnaval”, en la cual brindó un homenaje y recordó sus épocas de niñez y adolescencia en los tradicionales carnavales que se desarrollan en su pueblo natal de La Carrera, en Fray Mamerto Esquiú. Estuvo acompañado de sus hermanos musicales Rodrigo Gordillo, Naty Luna y José Álamo, además del cuerpo de baile Sumaj Dance.
El Ballet Folclórico del barrio Santa Marta y el Ballet Argentina desplegaron el ritmo y el color característicos de las danzas tradicionales que engalanaron el escenario mayor, demostrando trabajo y constancia. En esta línea de trabajo, también sobresalió la labor desplegada por la Comparsa Diaguita.
La experimentada voz de la recreína Norma Halmallán supo adueñarse de los aplausos, a través de una puesta en escena compacta y sólida que le posibilitó sobresalir a lo largo de la primera noche festivalera 2022. Por su parte, la delegación de El Alto, supo reflejar y mostrar en escena la idiosincrasia y la música de ese rincón de la provincia.
Unos de los puntos elevados en la primera noche, fue la presencia de Cardones, que puso en escena un repertorio basado en el clásico cancionero catucho y argentino. Si bien posee un recorrido artístico breve, la experiencia de sus integrantes le otorga un notable brillo a una propuesta típica. Juan Roldán, Luis Medina, Mariano Santillán y Gabriel Díaz fueron los encargados de mantener el clima festivalero bien en alto en una noche que quedo para el recuerdo, principalmente por el regreso de la Fiesta Nacional del Poncho y la siempre cálida presencia de su gente.